Ne changez pas...
Mientras me preparo un martini y alcanzo una rebanada de queso reviso la correspondencia atrasada. Bostezo perezosamente mientras pienso en una lectora varada en un país extranjero a causa de un hombre que se marchó. Algunas veces deseamos compañía. Algunas veces deseamos que el hombre en turno se quede a dormir, que seleccione los discos que vamos a escuchar, que caliente el agua de la bañera y agregue las burbujas, que nos acompañe más de una vez en algún compromiso social, algunas veces hasta cambiaremos nuestro piso por el de ellos. No hay nada de malo en ello. A veces este proceso implica ajuste y cambio. Pero no hay que olvidar quiénes somos. No hay que dejar de lado lo que siempre hemos sido, sea esto el color marrón de las uñas, los bolsos clásicos, la música favorita, el martini por la mañana, el hábito de fumar. Porque a ellos los podemos despachar, los podemos despedir. Ellos pueden muy bien largarse a dormir al sillón, o a otro continente o a los brazos de alguna pobre desdichada, pero nosotras no. Nosotras nos quedamos para siempre con nosotras. No te conviertas en alguien con quien después no puedas vivir.